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Foto: Shizuka Shimoyama

El transporte ferroviario en Japón plantea momentos interesantísimos. Uno de ellos, y no es de los menos, sucede cuando se duerme sobre tu hombro la viajera de al lado. Lo siento por ella, porque con diez kilos menos que cuando vivía en España (y nadie quería dormir en mi hombro), no debe de ser muy mullido que digamos.

Eso sí, les aseguro que no estaba leyendo en voz alta, ni dándole conversación (otra cosa es que el resultado hubiera sido exactamente el mismo, pero...).

La verdad es que me alegro, porque suelen oler bien y, aunque se vayan, te dejan una fragante huella que te acompaña y alegra todo el día. Sólo falta un despertar más acorde con al que nos tienen acostumbrados tantos cuentos de hadas... porque al final, uno es el que duerme y otro el que sueña... y no es justo.

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