No somos nada
Extraña sensación la de salir a la calle estos días. De dos años a esta parte parece que todos los conocidos de mi barrio (y por extensión, de Zaragoza entera) han desaparecido. Antes, caminar era una invitación al saludo contínuo, aunque sólo fuera un leve movimiento de cabeza, sustituído, en estos tiempos, por un repetido giro de izquierda a derecha en busca de algún rosto familiar. En los bares de copas también ha habido ya un relevo generacional, uno empieza a no encajar y esta vez no es por voluntad propia. No puedo declarar a todo el mundo culpable por no haberme esperado y haberse buscado una vida (ya saben, trabajo, pareja(s), mascota(s), una casa y todo lo demás también, que decía Calamaro), y menos habiendo hecho uno lo mismo (o, como poco, habiéndolo intentado). Sin dudad que se agradecen algunos cambios, las pequeñas mejoras en servicios y equipamiento urbano. Pero uno se alegra al ver que quedan algunas tiendas (viva Taj Mahal), familia y los amigos con los que mantienes e...