¡A mí la ONU!

Japón es otro de esos países que no tiene carné de identidad, así que identificarse es todo un problema si no se tiene pasaporte o permiso de conducir. Eso sí, los extranjeros tenemos uno muy bonito (ahora, blanco; antes, rosa) con hologramas y todo.

Todo esto viene a colación porque hoy ha habido, como ya les comenté, votaciones al Concejo de Tokio. Así que he acompañado a mi mujer a ejercer su derecho al voto (a mí, misteriosamente, me lo han impedido...) para curiosear cómo son los plebiscitos en un lugar como Japón. Y yo pido a la comunidad internacional que envíe observadores, sean de la ONU, de los buscadores de pájaros o de los peep-shows de carretera, porque esto es un cachondeo.

Se recibe por correo un resguardo con tu nombre y un código de barras. Llevando eso, no tienes problema para votar (aunque sea el de tu vecina). A la entrada, hay una mesa con tres señores que pasan un lector por el código de barras y hacen una rayita roja en un recuadro. Acto seguido hay que dirigirse a otra mesa distinta, donde un solo señor, vuelve a leer el código de barras y a hacer una rayita roja en el recuadro adyacente para hacerte entrega de la papeleta electoral, que sale de una máquina. Una vez en posesión de la misma, uno se dirige a un mostrador con separadores para, privadamente, escribir a mano el nombre del candidato al que le das el voto. La urna es una opaca caja fuerte metálica cerrada a cal y canto que bien pudiera ser una trituradora de documentos por lo que yo sé.

Conociendo el caracter japonés, se ha de suponer que no habrá ningún problema o fraude, pero creo que esto comparte sistema con las escopetas de feria o la infalibilidad del Papa. Votar en Japón es cuestión de fe, esperanza y caridad.

Más tarde, los resultados.

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