Trueque con truco

Como Jack, que cambió la vaca por un puñado de habichuelas, así he ido a la tintorería a recoger los encargos de Shizuka. Ya estaba todo pagado y sólo he tenido que entregar el recibo para que la señorita, con una sonrisa, me devolviera las prendas metidas dentro de una bolsa. La sonrisa se habrá transformado en carcajada y estoy seguro de que aún le dura y lo va a comentar durante mucho tiempo.

Imaginadme en una mano con la bolsa grande de la ropa junto con otra en la que llevaba la botella de agua del supermercado y, en la otra, las llaves de la bici. Uno, que no está acostumbrado a irse de un establecimiento sin dar a cambio los emolumentos preceptivos, se encontró dándole a modo de pago simbólico las llaves de la bici a la dependienta, que miraba alucinada sin saber si cogerlas o no.

Qué vergüenza. Cosas de la vida.

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