Concierto punk

Ayer tuve mi primera experiencia en los ferrocarriles (terráneos y subterráneos) en hora punta y, como casi todo aquí, es alucinante. No llegué a vislumbrar empujadores (personal que se dedica a empujar al personal para que quepa en el tren) pero la cosa estaba bastante concurrida. Los zaragozanos me entenderán si digo que es como cojer el autobús en fiestas de El Pilar.

La idea de que los japoneses son personas educadas y respetuosas uno la pierde totalmente en ese momento. Cuando el tren llega a la estación y bajan los pasajeros correspondientes (y los no correspondientes para que dejar bajar a los del fondo) empieza la diversión. Los japoneses entran con el más puro instinto animal, igual que las estampidas de búfalos de las películas del oeste, hasta el fondo caiga quien caiga, a empujón limpio (o sucio) con el codo por delante. Y eso sólo es el principio, ahora te queda un largo viaje bien acompañado.

Si has tenido suerte te estarás apretujado entre bellas señoritas y aquello puede volverse soportable e incluso interesante, pero si no, os recuerdo que Japón está lleno de señores trajeados que se dirijen al trabajo...

Por si el vaivén no fuera suficiente, llega el momento de frenar y el interior del vagón se convierte en una marea humana que te arrolla de golpe hasta que el tren se detiene y puedes recuperar el equilibrio.

En ese momento se abren las puertas y se relaja la presión por el descenso de pasajeros mientras uno respira aliviado. Pero de repente parece adivinarse en la lejanía un rumor, como de búfalos... búfalos punk.

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