Sombra aquí y sombre allá (o prohibido vivir)
Desde hace un tiempo, las japonesas han descubierto una nueva manera de cómo aprovechar el tiempo que se pierde a diario en el tren, que es bastante. Se acabó el manga y los móviles y ha llegado el momento del maquillaje. El traquetreo lo pone difícil, pero ya son todas unas expertas en aplicarse cremas, rimel y rizarse las pestañas en un número variable de estaciones.
Las personas mayores lo encuentran de un mal gusto insoportable (les aseguro que es interesantísimo) y protestan de que si hacen gestos con la cara, que si no paran de sacar cosas del bolso o que ocupan mucho espacio con los codos. Ésto último me hace gracia, porque hay cientos de salary men que se sientan como si estuvieran en el sofá de su casa, poniendo sus piernas en ángulo obtuso e impidiendo que se sienten todos los que podrían (podríamos). Pero como no se maquillan, parece que molestan menos.
Había pensado en aprovechar y afeitarme, pero la espuma mancha, la cuchilla es peligrosa y la máquina eléctrica hace un ruido infernal. Tendré que seguir leyendo o estudiando.
Pero el punto álgido de esta historia sucedió hace un par de días, cuando subió al tren una chica con un café con hielo en su vaso de plástico, con tapa y pajita. Para combatir el calor veraniego y el sueño mañanero se lo tomaba sorbito a sorbito en absoluto silencio y sin molestar a nadie. Hasta que una señora que estaba al lado le picó alguna mosca y le dijo con cara de disgusto que cesara de beber en el tren. La joven, en vez de mandarla a escaparrar u ofrecerle un trago (versión piadosa) agachó la cabeza y guardó cuidadosamente el vaso en una bolsa de papel con asas donde llevaba lo que parecían ser apuntes. Incluso después de que bajara la señor se abstuvo de continuar la ingesta. Me recordó unos meses atrás, cuando nos visitaron Kike y Natalia. En un tren de las siete y media de la mañana, rebosante de gente, un hombre que iba escuchando la radio con cascos estaba empeñado en que fuéramos en silencio (les aseguro que hablábamos sin ninguna estridencia, parecía un confesionario) haciendo de vez en cuando el equivalente japonés a nuestro "Chssss". Pero nosotros, mira por donde, no le hicimos ningún caso.
Cualquier día van a poner un cartel de "Prohibido vivir mientras se viaja en tren".
Las personas mayores lo encuentran de un mal gusto insoportable (les aseguro que es interesantísimo) y protestan de que si hacen gestos con la cara, que si no paran de sacar cosas del bolso o que ocupan mucho espacio con los codos. Ésto último me hace gracia, porque hay cientos de salary men que se sientan como si estuvieran en el sofá de su casa, poniendo sus piernas en ángulo obtuso e impidiendo que se sienten todos los que podrían (podríamos). Pero como no se maquillan, parece que molestan menos.
Había pensado en aprovechar y afeitarme, pero la espuma mancha, la cuchilla es peligrosa y la máquina eléctrica hace un ruido infernal. Tendré que seguir leyendo o estudiando.
Pero el punto álgido de esta historia sucedió hace un par de días, cuando subió al tren una chica con un café con hielo en su vaso de plástico, con tapa y pajita. Para combatir el calor veraniego y el sueño mañanero se lo tomaba sorbito a sorbito en absoluto silencio y sin molestar a nadie. Hasta que una señora que estaba al lado le picó alguna mosca y le dijo con cara de disgusto que cesara de beber en el tren. La joven, en vez de mandarla a escaparrar u ofrecerle un trago (versión piadosa) agachó la cabeza y guardó cuidadosamente el vaso en una bolsa de papel con asas donde llevaba lo que parecían ser apuntes. Incluso después de que bajara la señor se abstuvo de continuar la ingesta. Me recordó unos meses atrás, cuando nos visitaron Kike y Natalia. En un tren de las siete y media de la mañana, rebosante de gente, un hombre que iba escuchando la radio con cascos estaba empeñado en que fuéramos en silencio (les aseguro que hablábamos sin ninguna estridencia, parecía un confesionario) haciendo de vez en cuando el equivalente japonés a nuestro "Chssss". Pero nosotros, mira por donde, no le hicimos ningún caso.
Cualquier día van a poner un cartel de "Prohibido vivir mientras se viaja en tren".
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