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Mostrando entradas de noviembre, 2008

El púgil

Tendrán que creerme, porque para ir al supermercado a por el pan me había dejado la cámara en casa, ayer por la tarde, con tiempo soleado, una ligera brisa y 15 grados a la sombra (de lo más agradable si se va abrigado), apareció por la acera montado en una bicicleta de esas plegables cuyas ruedas tienen el diámetro aproximado de un plato de postre un señor rondando la sesentena, en pantalón corto, camiseta deportiva de tirantes y, como no, gafas de sol. Se detuvo delante del paso de cebra con la intención de cruzar al otro lado de la avenida, bajó de la bici y, como si, amenazando, le conminara a que se pusiera en verde, se puso a boxear con el semáforo. Al ser un combate tan desigual, se limitaba a marcar el golpe contra el duro cemento, por lo que no hubo sangre. Cuando se cansó de ese lado, dio la vuelta y comenzó de nuevo por el contrario. Igual estaría más blando... Pero al cambiar el semáforo, abandonó a su oponente, saltó veloz sobre su bicicleta y se perdió por la siguiente es

Jíbaros

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Si todavía queda alguien ahí, le pido perdón por la prolongada inactividad que ha sufrido este blog. La pereza no ha tenido nada (o casi nada) que ver, sino que ha sido por una hospitalización. Todo ha salido bien, me trataron de lujo, y he vuelto para seguir predicándoles. Durante mi estancia en el hospital, pude seguir comprobando la precaución que gastan en este país (que mola tanto) y la preocupación que hay por la seguridad. Fíjense en la foto de la barandilla de la cama en la que estuve. En la pegatina amarilla dice: "Aviso. Tengan cuidado con el espacio entre los barrotes. Pueden quedarse enganchadas cabezas o cuellos". Foto: Pilar Muñoz Cierto es que la distancia entre los barrotes verticales era ligeramente mayor (no se piensen que tanto), pero en la de arriba cabía escasamente mi puño. Igual, si a alguno le da por intentar pasar a un recien nacido...