Habas a la japonesa
Con los 37 grados y el sol de justicia que hace hoy no he podido resistirme y he encendido el aire acondicionado, que no se nota mucho, pero algo hace. No me gustan las saunas, pero estos días tengo la sensación de vivir contínuamente dentro de una.
Se pueden imaginar que andar bajo este calor estival es poco recomendable (aunque me paso el día andando, pero bueno), así que con motivo de la última grabación del programa de español, que tuvo lugar fuera del estudio, en un lugar al que no había ido nunca y yendo cargado con el acordeón, me decidí a tomar un taxi enfrente de la estación (a costa de NHK, por supuesto). El tema servicios en Japón está bastante bien, tal y como les he dicho en más de una ocasión. Al subir a un taxi, no tienes que preocuparte de la puerta, ya que el conductor acciona un mecanismo automático que la abre y la cierra (así se evitan también los portazos). Además, los taxis modernos van equipados con GPS, tengan en cuenta el caótico urbanismo de Tokio, su extensión y la ausencia de nombres para la gran mayoría de sus calles, pero al que subí yo debía de ser el único que no (ya se pueden imaginar que no acabó bien la cosa).
Le entregué la tarjeta con la dirección al taxista, la miró un par de veces, me dijo: "Perdone, es que no sé dónde está esto" ¡y me abrió la puerta! No tenía mucho tiempo, tampoco se veían más taxis y no me apetecía que me hicieran bajar del taxi, así que llamé al director para que le explicara como llegar. Una vez que pareció haber medioentendido el camino, partimos raudos y veloces hacia nuestro destino. Durante la carrera, el taxista, que era buena persona, me estuvo dando conversación de forma amena, lo que siempre es de agradecer. Conversación que interrumpí con un "Ahí hay un cartel del sitio, gire a la izquierda", mas resultó ser una calle de sentido único y contrario, así que continuamos para adelante con la esperanza de dar con una calle de entrada... pasamos cuatro y no había ninguna. Vistas las vicisitudes que nos encontrábamos le rogué que diera marcha atrás y me dejara en la esquina del cartel, y acabaría el trayecto a pie, pero sólo dos esquinas más atrás me dijo "Mira, es ahí, estoy seguro", paró el taxi y me cobró. Fiándome del caballero me dirigí hasta ese edificio que, como me temía, resultó no ser. Intenté dar la vuelta por detrás, pero habiendo caminado unos minutos y ya dándome por perdido me decidí a preguntar a un matrimonio que salía de su casa armado con unos palos de golf y que me indicó muy amablemente que era justo la casa que tenía a mi espalda.
Si es que en todas partes cuecen habas, y parece que soy especialista en pedirlas aunque no entren en el menú. Ays.
Se pueden imaginar que andar bajo este calor estival es poco recomendable (aunque me paso el día andando, pero bueno), así que con motivo de la última grabación del programa de español, que tuvo lugar fuera del estudio, en un lugar al que no había ido nunca y yendo cargado con el acordeón, me decidí a tomar un taxi enfrente de la estación (a costa de NHK, por supuesto). El tema servicios en Japón está bastante bien, tal y como les he dicho en más de una ocasión. Al subir a un taxi, no tienes que preocuparte de la puerta, ya que el conductor acciona un mecanismo automático que la abre y la cierra (así se evitan también los portazos). Además, los taxis modernos van equipados con GPS, tengan en cuenta el caótico urbanismo de Tokio, su extensión y la ausencia de nombres para la gran mayoría de sus calles, pero al que subí yo debía de ser el único que no (ya se pueden imaginar que no acabó bien la cosa).
Le entregué la tarjeta con la dirección al taxista, la miró un par de veces, me dijo: "Perdone, es que no sé dónde está esto" ¡y me abrió la puerta! No tenía mucho tiempo, tampoco se veían más taxis y no me apetecía que me hicieran bajar del taxi, así que llamé al director para que le explicara como llegar. Una vez que pareció haber medioentendido el camino, partimos raudos y veloces hacia nuestro destino. Durante la carrera, el taxista, que era buena persona, me estuvo dando conversación de forma amena, lo que siempre es de agradecer. Conversación que interrumpí con un "Ahí hay un cartel del sitio, gire a la izquierda", mas resultó ser una calle de sentido único y contrario, así que continuamos para adelante con la esperanza de dar con una calle de entrada... pasamos cuatro y no había ninguna. Vistas las vicisitudes que nos encontrábamos le rogué que diera marcha atrás y me dejara en la esquina del cartel, y acabaría el trayecto a pie, pero sólo dos esquinas más atrás me dijo "Mira, es ahí, estoy seguro", paró el taxi y me cobró. Fiándome del caballero me dirigí hasta ese edificio que, como me temía, resultó no ser. Intenté dar la vuelta por detrás, pero habiendo caminado unos minutos y ya dándome por perdido me decidí a preguntar a un matrimonio que salía de su casa armado con unos palos de golf y que me indicó muy amablemente que era justo la casa que tenía a mi espalda.
Si es que en todas partes cuecen habas, y parece que soy especialista en pedirlas aunque no entren en el menú. Ays.
Comentarios
vijes_5@hotmail.com.. por favor si puede contestarnos y que le comentara a begoña seria realmente...genial¡¡ perdona x el rollo..un saludo