Del plato a la luna
Bien pudiera ser el título de la novela inédita de Jules Verne, pero es allí donde se me ha ido el conejo desde que emigré. Según el fabulario japonés, en la luna vive (por lo menos) un conejo; y no sólo eso, sino que el roedor se pasa el año haciendo mochi (una pasta de arroz) para comérselo en año nuevo. Tanto la luna como el conejo (a pesar que hay todo el año ambos) se consideran motivos "de otoño", y durante la estación que ve caer las hojas aparecen decorando vajillas, pañuelos, cortinillas, etc... (y todo lo que se puedan imaginar).
Habría que preguntarles a Armstrong (Neil, no Louis) y a Aldrin (Edwin, no Jeremías) sobre lo que vieron realmente en la luna, y que la NASA dé de una vez una explicación convincente a los misteriosos círculos que aparecen en los campos de zanahorias de todo el mundo.
Es habitual que los infantes japoneses tengan en el colegio un conejito para cuidar (yo tenía gusanos de seda y me parecían unos bichos soberbios... la infancia... una enfermedad que se cura), de tal manera que en el imaginario popular se trata de un animal "no comestible". Les recuerdo que en Japón no se comían a las vacas hasta la llegada de los estadounidenses a finales del siglo XIX. Llegada que ha sido muy lamentada desde entonces; sobre todo por las vacas.
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