Mártir
Un guante perdido en pleno martirio por nuestros pecados (algo habrá hecho, comentó una vecina).
Si la imagen no les impresiona de primeras, les diré que el tablón es más duro que la pata de Perico, que para sólo clavar la puntita de la chincheta hace falta maña y fuerza, y que se fijen en cómo están clavadas con saña, para que sufra, hasta el fondo.
Hoy ha aparecido, a la derecha (del espectador) un envoltorio plástico de galleta de la misma guisa, y seguro que falta poco para que un objeto similar se manifiesta a la izquierda.
Mañana, en esta especie de Gólgota postmoderno, le tocará resucitar al guante. Espero, para mi tranquilidad, que esto no se convierta en lugar de peregrinación. En todo caso, alégrense, porque este sacrificio del guante no puede significar más que buenas noticias para la humanidad. Descarten la maledicente teoría del niño con síndrome de agresividad reprimida.
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