Blanca y radiante va la... nieve (Singing in the snow)

El día 31 amaneció nevando, y con fuerza. Como no he podido disfrutar mucho de la nieve en España (iba a decir mi infancia), estas cosas me alegran. Salvo que ese mismo día teníamos que irnos de viaje al pueblo de mi señora esposa y tuvimos que ir andando hasta la estación cargados de bultos. Debido a las condiciones climatológicas, el tráfico estaba colapsado, coger un taxi era imposible y subir al autobús una tarea digna de, al menos, Miguel de la Quadra-Salcedo. Así que el trayecto, que a pie cuesta normalmente 20 minutos, se convirtió en una gesta de una hora.

Aquí les dejo un testimonio gráfico. Ya sé que, actualmente, en Navidad se conmemora el nacimiento de Jesucristo y no la crucifixión, pero es un homenaje a la portada de Help! de The Beatles.

Foto: Shizuka Shimoyama

Tras el retraso, no pudimos sino perder el tren (el que abandona Tokio, me refiero), que salió puntualísimo. Pagamos religiosamente un nuevo billete y el siguiente tren sufrió varios retrasos por la nieve, ¡vaya por Buda!.

Ya en la casa de mis suegros, cenamos en familia (y muy bien, por cierto), calentándonos a base de sake templado. Los que resistimos hasta las 12 de la noche intentamos tomarnos las uvas, pero no teníamos muy claro dónde las había puesto mi suegra, ya en la cama, así que con las prisas no pudimos quitarle las pepitas. Si a eso le añadimos que eran unos uvones más grandes que un huevo de codorniz, no pudimos comerlas a buen ritmo. En la tele japonesa no sale Ramón García dando las 12 campanadas, dan las 108. Sí, oyen bien, es una tradición budista para liberarse de las 108 ilusiones. Además, son unas campanadas leeeentas. Como uno no estaba por la labor de comerse 108 uvas, ni de esperar 25 minutos para comerse 12, me fui cantando mis propias campanadas. Las tradiciones extranjeras se imponen así, poco a poco. Las tradiciones nacionales indican que éste es el año del pollo, según el horóscopo chino, y el 17º año de la era Heisei (jeesee) según el calendario japonés. No olviden felicitar a su pollo.

La noche fue fría como el corazón de Pinochet, y así se mantuvo el tiempo durante unos días.

La mañana de año nuevo se adorna con un desayuno especial, el osechi. No voy a ennumerar rigurosamente de qué se compone, porque cada casa hace su propia versión, aunque si es cierto que hay cosas comunes como sopa con espinacas, pollo y uno o dos mochi (pasta pegajosa de arroz del tamaño de una pastilla de jabón), judías negras dulces (un juego de palabras en japonés con la palabra judía que invita a no ser perezoso), pasta de pescado de color rojo y blanco (colores propios de las celebraciones), cocido japonés, etc.. Tenía miedo de que me cebasen cual cerdo, pero gracias a Buda, los alimentos se presentan en unas cajitas centrales desde las que cada cual se sirve lo que quiera. Esto continúa hasta el día 3. El día 4, los japoneses vuelven a su arroz con algo, y yo a mi café con leche.

Tras darnos un homenaje en la mesa, fuímos a dárselo a los caciques del lugar, junto a algunos parientes y amigos de la familia, entregándoles un pequeño regalito para que "este año también nos ayuden". Normalmente, estas visitas duran dos minutos lo sumo, pero lo normal sería que en correspondencia, te invitasen a un té. Sin embargo, como tanta gente quiere que "este año también les ayuden" los caciques y suele haber cola (fila) en la puerta, a lo único a lo que, con una sonrisa en los labios, eso sí, te invitan es a salir ordenadamente. A veces, te dan un pequeño regalito también.

Si miras el buzón durante estos primeros días, es normal encontrarte a diario sujetas con una goma elástica una tacada de postales felicitando el año. Lamentablemente, les escriben a todos menos a mí. La buena noticia es que cada postal lleva un número por detrás y en unos días se hará un sorteo de material postal (sellos, etc.) y es fácil que te toque algo. Ya se lo explicaré con más detalles en su momento.

Y por favor, este año también, ayúdenme.

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