Viva Freedonia
Anteayer sucedió algo curioso en el parlamento japonés. Por lo visto, el gobierno se ha sacado de la manga una ley mediante la cual puede cortar la sesión de preguntas en el momento que le interese. Cosa que, evidentemente, soliviantó a la oposición, ya que de hecho cortaron la sesión en mitad de una pregunta.
Normalmente los que se pegan en el congreso son los coreanos, no los japoneses, pero esta vez hubo una especie de marea humana aglutinándose, que, finalmente se solventó sin nada que lamentar.
Sin embargo la oposición protestó al día siguiente de manera genial y maravillosa. ¿Cómo? Perdiendo tiempo. Por lo visto, en Japón, el turno de los oradores no tiene límite, así puedes estar hablando hasta que consideres que has terminado y nadie puede cortarte (el gobierno aún no ha sacado esta ley). De esta manera pudimos escuchar cómo una diputada contaba a sus señorías el número de hijos que tenía, cómo iba en bicicleta a comprar o que cerca de su casa había una famosa bodega, explayándose en lo que sin duda habrá sido la intervención política que mejor habrá retratado la vida cotidiana en la historia. Esto fue seguido por otra diputada que hacía una breve pausa después de cada palabra de sus frases y consiguió alargar hora y media su intervención.
Eso no fue todo, ya que a la hora de votar los políticos de la oposición acudieron a introducir su papeleta en la urna haciendo lo que llamaban “andar como vacas”, es decir, en plan procesión de Semana Santa, lenta, muy lenta, muy solemne. Además, nos brindaron la oportunidad de ver las dotes interpretativas de los políticos fuera de las promesas electorales. Uno de ellos, en la mejor tradición de Marcel Marçeaux, elaboró un número cómico en el momento de votar en el que su brazo no le respondía e intentaba, en vano, con todas sus fuerzas introducir la papeleta. El siguiente, para no ser menos, hizo el viejo número del que corre a toda velocidad pero sin moverse del sitio. Esto es algo loable, ese diputado era un abuelo que ya no está para mucho deporte. Para terminar las anécdotas reseñaré que otro diputado saludó cortésmente al jefe del congreso con una reverencia que duró por lo menos diez minutos, ¡diez minutos agachados en ángulo de 90º! Mientras tanto, la tele glosaba el espectáculo con imágenes de los diputados del partido del gobierno echándose la siesta en su asiento, haciendo aviones de papel para matar la desidia, etc, etc.
Sin duda deberían hacerlo más a menudo. Cobrando entrada podrían solucionar los problemas económicos del país, ya que esto es mejor, mucho mejor que el cine.
Normalmente los que se pegan en el congreso son los coreanos, no los japoneses, pero esta vez hubo una especie de marea humana aglutinándose, que, finalmente se solventó sin nada que lamentar.
Sin embargo la oposición protestó al día siguiente de manera genial y maravillosa. ¿Cómo? Perdiendo tiempo. Por lo visto, en Japón, el turno de los oradores no tiene límite, así puedes estar hablando hasta que consideres que has terminado y nadie puede cortarte (el gobierno aún no ha sacado esta ley). De esta manera pudimos escuchar cómo una diputada contaba a sus señorías el número de hijos que tenía, cómo iba en bicicleta a comprar o que cerca de su casa había una famosa bodega, explayándose en lo que sin duda habrá sido la intervención política que mejor habrá retratado la vida cotidiana en la historia. Esto fue seguido por otra diputada que hacía una breve pausa después de cada palabra de sus frases y consiguió alargar hora y media su intervención.
Eso no fue todo, ya que a la hora de votar los políticos de la oposición acudieron a introducir su papeleta en la urna haciendo lo que llamaban “andar como vacas”, es decir, en plan procesión de Semana Santa, lenta, muy lenta, muy solemne. Además, nos brindaron la oportunidad de ver las dotes interpretativas de los políticos fuera de las promesas electorales. Uno de ellos, en la mejor tradición de Marcel Marçeaux, elaboró un número cómico en el momento de votar en el que su brazo no le respondía e intentaba, en vano, con todas sus fuerzas introducir la papeleta. El siguiente, para no ser menos, hizo el viejo número del que corre a toda velocidad pero sin moverse del sitio. Esto es algo loable, ese diputado era un abuelo que ya no está para mucho deporte. Para terminar las anécdotas reseñaré que otro diputado saludó cortésmente al jefe del congreso con una reverencia que duró por lo menos diez minutos, ¡diez minutos agachados en ángulo de 90º! Mientras tanto, la tele glosaba el espectáculo con imágenes de los diputados del partido del gobierno echándose la siesta en su asiento, haciendo aviones de papel para matar la desidia, etc, etc.
Sin duda deberían hacerlo más a menudo. Cobrando entrada podrían solucionar los problemas económicos del país, ya que esto es mejor, mucho mejor que el cine.
Comentarios
!Estos Japoneses son geniales! Han dado a la oposición una lección. Ateniendose al reglamento de la Cámara, tambien se puede expresar el descontento, y hacer ver a todo el mundo que tal vez funcionarían mejor las cosas si en lugar de oponer obstáculos al adversario político, TODOS buscaran el bien común. Al que tenga buenas ideas, séanle reconocidas y apoyadas.Nunca recortadas. PILAR M.
El libro es una segunda parte del Tratado sobre la ceguera, cuya lectura también recomiendo, si es posible antes que este último.
Saludos
Jose