Curiosidades de trenes y temibles señoras para un día en el que no ha pasado nada
Lo he visto mil veces y todavía no me lo puedo creer. En la estación de Ikebukuro tienen una peculiar costumbre en los trenes que son final de línea. Por lo visto, las señoras japonesas son más malas que carracuca y pellizcan, empujan y hacen todo lo necesario para entrar rápido al tren y coger un asiento. He de decir a su favor que yo todavía no he visto, ni sufrido, para bien suyo, esto y tal vez sea, aunque lo dudo, por la peculiar medida que adoptaron para prevenirlo.
Cuando llega el tren, ya está esperando la gente a medio metro por delante de las puertas en triple file india y se mantienen perfectamente erguidos mientras baja el personal. Acto seguido, durante un segundo no se mueve nadie y echando un vistazo uno se encuentra con el tren desierto y la gente aún en fila. Entonces, con un pitido, las puertas se cierran con el tren aún vacío y uno no deja de acordarse de las salidas de las competiciones de atletismo, con los corredores tomando posición en tres movimientos, ya que, es en ese instante que, la gente se acerca a la puerta, de forma aún más o menos ordenada. Otra vez, el momento de rigor en el que nada se mueve. Por fin suena el disparo, que esta vez vuelve a ser un pitido y conforme se abren las puertas empieza la avalancha
¿Habría mucha diferencia sin todo el ceremonial? A mí, no puede más que resultarme absurdo todo esto, pero los japoneses se lo toman como, si no algo necesario, un juego inevitable.
Y, a pesar de todo esto, los trenes cumplen escrupulósamente el horario.
Cuando llega el tren, ya está esperando la gente a medio metro por delante de las puertas en triple file india y se mantienen perfectamente erguidos mientras baja el personal. Acto seguido, durante un segundo no se mueve nadie y echando un vistazo uno se encuentra con el tren desierto y la gente aún en fila. Entonces, con un pitido, las puertas se cierran con el tren aún vacío y uno no deja de acordarse de las salidas de las competiciones de atletismo, con los corredores tomando posición en tres movimientos, ya que, es en ese instante que, la gente se acerca a la puerta, de forma aún más o menos ordenada. Otra vez, el momento de rigor en el que nada se mueve. Por fin suena el disparo, que esta vez vuelve a ser un pitido y conforme se abren las puertas empieza la avalancha
¿Habría mucha diferencia sin todo el ceremonial? A mí, no puede más que resultarme absurdo todo esto, pero los japoneses se lo toman como, si no algo necesario, un juego inevitable.
Y, a pesar de todo esto, los trenes cumplen escrupulósamente el horario.
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