Yoko

Aun después de dejar de creerme John Lennon no puedo evitar sentirme fascinado por el talento creativo de Yoko Ono. Ayer visité la exposición antológica (¿esta mujer no hace ya nada nuevo?) sobre ella que está a punto de finalizar en Tokio.

Poca novedad aportó a lo ya visto en Zaragoza y Barcelona más de una vez, aunque es cierto que había alguna obra con la que no había coincidido aún.

Además de hacer notar lo difícil que es disfrutar del arte conceptual escrito en japonés (y muchas veces a mano, que eso parece cualquier cosa para los no habituados. En España era, por lo menos, bilingûe, y más teniendo en cuenta que las obras originales son en inglés) debo resaltar que será por el espíritu japonés que la interactividad con las obras era casi nula. Todo tras un cristal y sin nada de experimentación directa. Uno que disfrutó con Ono en sus exposiciones españolas lo resiente.

Anecdótico fue el "laberinto" de metacrilato, en el que tienes que entrar de uno en uno para llegar hasta el centro, donde hay un váter (que no está permitido usar). La dificultad era nula, vamos. Y para una cosa en la que podías participar sólo faltaba que te hiciesen un chequeo médico primero. Cuando el camino estaba bloqueado había una pequeña pegatina negra para avisar. Con los golpes tan divertidos que nos dábamos de críos en el laberinto de los espejos... en fin, que le quitaba la gracia un poco. Pero, por si esto no fuera bastante, las japonesas (todo lo que vi eran féminas, ¿me habría metido en un váter de chicas?) entraban con las manos por delante (como zombies desgarbados) andando como si fueran Indiana Jones en el templo maldito. En fin, que daba un poco de vergüenza, oigan.


Ex it


Colaboracion espontanea con la artista. Foto: Shizuka Shimoyama

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