Bestiario Contemporáneo
Hoy, tras mucho tiempo, me he vuelto a encontrar con "el abuelo de los caramelos". Si ustedes frecuentan las salas de conciertos tal vez lo hayan visto. Habíamos sido invitados a un concierto de la Orquesta de cámara de Praga acompañanada al piano por Philippe Entremont, interprentando a Mozart. Aunque no esté de moda decirlo, a mí me gusta Mozart y todo hubiera sido perfecto de no ser por susodicho indivíduo. No es un mito, ni una leyenda urbana.
Este hombre se caracteriza porque, a mitad de concierto, preferíblemente en el momento más delicado, le entran ganas de comerse un caramelo (ya sé que es incomprensible...). Pero no uno cualquiera, el caramelo tiene que estar dentro de un maletín con cremallera, metido en una bolsa de plástico enrollada en lo más profundo y con papel crujiente. El abuelo obtiene placer denodando el final de su acción y recreándose en los miles de de sonidos que es capaz de crear. Una vez se ha metido el caramelo en la boca (si está de humor hará ruido al chuparlo) se asegura de que el envoltorio esté bien apretado para que no le ocupe sitio al meterlo en la bolsa, que vuelve a doblar y a meterla dentro del maletín. Por supuesto, cerrará la cremallera.
Lo que no tengo claro es si se trata de un mismo indivíduo que se desplaza por el mundo asistiendo a todos los conciertos que puede o si se trata de una organización de abuelos saboteadores, terroristas sonoros, con los que habría que tener cuidado.
Están avisados.
Este hombre se caracteriza porque, a mitad de concierto, preferíblemente en el momento más delicado, le entran ganas de comerse un caramelo (ya sé que es incomprensible...). Pero no uno cualquiera, el caramelo tiene que estar dentro de un maletín con cremallera, metido en una bolsa de plástico enrollada en lo más profundo y con papel crujiente. El abuelo obtiene placer denodando el final de su acción y recreándose en los miles de de sonidos que es capaz de crear. Una vez se ha metido el caramelo en la boca (si está de humor hará ruido al chuparlo) se asegura de que el envoltorio esté bien apretado para que no le ocupe sitio al meterlo en la bolsa, que vuelve a doblar y a meterla dentro del maletín. Por supuesto, cerrará la cremallera.
Lo que no tengo claro es si se trata de un mismo indivíduo que se desplaza por el mundo asistiendo a todos los conciertos que puede o si se trata de una organización de abuelos saboteadores, terroristas sonoros, con los que habría que tener cuidado.
Están avisados.
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