Brindando por ustedes
Ayer noche, ya que está mi hermana de visita, salimos a tomar un par de cervezas después de mi larga y agotadora jornada laboral, a lo que nos acompañó amablemente el amigo Héctor, al que pertenece la foto que ilustra este artículo.
Primero hicimos la habitual parada en Casa Nana, un, en el mayor sentido de la palabra, pequeño bar flamenco situado en el corazón de Shinjuku, donde siempre hay una bienvenida acogedora y una conversación divertida.
Allí nos dieron amablemente a probar ovarios de pez globo fermentados. Todo un manjar. Si no fermentan son mortalmente venenosos. Ya saben eso del placer de lo prohibido. Según Héctor sabían a mojama.
La segunda cayó en un pintoresco garito vecino que cuenta con un karaoke público a la española (cien yenes por canción) y que es muy frecuentado por extranjeros y algunos travestis. Al final nos quedamos sin cantar, pero estuvimos echando unas risas con un par de nipones borrachines muy simpáticos.
Pero si creía que ya lo había visto todo, justo antes de marchar a casa, un abuelete japonés les dio sin mediar palabra, tres mil yenes a nuestros "compañeros" de mesa, cuatro ingleses con cara de Harry Potter, para que se lo gastaran en copas. Entró al baño, y cuando salió, tras decirnos a nosotros, los españoles, (imaginando que eramos todos parte de un grupo de estadounidenses, supongo) que disfrutásemos tranquilamente, cogió la puerta y se fue. Todas las copas cuestan 500 yenes, por lo que los hijos de la Gran bretaña, propusieron cuatro para ellos y tres para nosotros... En fin.
Y nos fuimos también, con una sonrisa.
Primero hicimos la habitual parada en Casa Nana, un, en el mayor sentido de la palabra, pequeño bar flamenco situado en el corazón de Shinjuku, donde siempre hay una bienvenida acogedora y una conversación divertida.
Allí nos dieron amablemente a probar ovarios de pez globo fermentados. Todo un manjar. Si no fermentan son mortalmente venenosos. Ya saben eso del placer de lo prohibido. Según Héctor sabían a mojama.
La segunda cayó en un pintoresco garito vecino que cuenta con un karaoke público a la española (cien yenes por canción) y que es muy frecuentado por extranjeros y algunos travestis. Al final nos quedamos sin cantar, pero estuvimos echando unas risas con un par de nipones borrachines muy simpáticos.
Pero si creía que ya lo había visto todo, justo antes de marchar a casa, un abuelete japonés les dio sin mediar palabra, tres mil yenes a nuestros "compañeros" de mesa, cuatro ingleses con cara de Harry Potter, para que se lo gastaran en copas. Entró al baño, y cuando salió, tras decirnos a nosotros, los españoles, (imaginando que eramos todos parte de un grupo de estadounidenses, supongo) que disfrutásemos tranquilamente, cogió la puerta y se fue. Todas las copas cuestan 500 yenes, por lo que los hijos de la Gran bretaña, propusieron cuatro para ellos y tres para nosotros... En fin.
Y nos fuimos también, con una sonrisa.
Comentarios
en fin, "grasia maestro"