Sisí, molinera
Un primo del novio, suerte de Marichalar nipón, fue el encargado de llevar a cabo tan importante misión. Por lo visto, es el familiar vivo más cercano; no sé si seguiría siendo el responsable si la situación fuera otra.
Una vez se presentó en el palacio con las tradicionales ofrendas (que incluyen un par de pescados -frescos- y telas de seda), éstas fueron recogidas por un grupo de funcionarios que las llevaron a presencia del Emperador. Este último dictó un mensaje para el primo que los mismos funcionarios se encargaron de transmitir. En total, en menos de media hora, ya estaba todo el pescado vendido, o mejor, regalado.
Sin embargo, hay una gran diferencia con España en este tipo de eventos. La ceremonia será extrictamente privada, y los medios de comunicación recibirán de fuentes oficiales unas breves imágenes de la misma. Felipe, Cristina y Elena nos podían haber ahorrado unos milloncejos y varios disgustos.
También les comenté hace algún tiempo que, una vez se formalice el matrimonio, la princesa pasará a formar parte de la familia del marido, por lo que perderá todas sus obligaciones y privilegios reales para convertirse, al contrario que en los cuentos, de princesa en molinera. Estará obligada a pagar impuestos y deberá solicitar audiencia para ver a su papá (lloren todos conmigo).
Si Sisí levantara la cabeza...
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