Vimanarama
El otro día, mi suegro me llevó al templo de un amigo suyo, donde se iba a celebrar un espectáculo de danzas indias nunca antes visto en Japón. La compañía había venido para actuar en la Expo de Aichi. Sorprendentemente, era gratis.
A ver si adivinan quién es mi suegro.
Los músicos hacen su entrada. Fascinante el aspecto de la trompa (parecía muy difícil de tocar), aunque su sonido no me cautivó tanto.
La verdad es que me cautivó la música india, tiene algo especial y contagioso. Muchos temas tenían como base rítmica una clave de salsa.
Una danza con el bailarín guapete. Al finalizar se vendían esos gorros por 500 yenes. Por supuesto, mi suegro compró unos cuantos. No sé por qué no me sorprendió comprobar que eran de tamaño único y que todos me venían pequeños.
La danza del borracho.
Hacían girar el plato dorado sobre la punta de sus dedos, lo lanzaban al aire y lo recogían sin que dejase de girar. Como mi cabeza.
A ver si adivinan quién es mi suegro.
Los músicos hacen su entrada. Fascinante el aspecto de la trompa (parecía muy difícil de tocar), aunque su sonido no me cautivó tanto.
La verdad es que me cautivó la música india, tiene algo especial y contagioso. Muchos temas tenían como base rítmica una clave de salsa.
Una danza con el bailarín guapete. Al finalizar se vendían esos gorros por 500 yenes. Por supuesto, mi suegro compró unos cuantos. No sé por qué no me sorprendió comprobar que eran de tamaño único y que todos me venían pequeños.
La danza del borracho.
Hacían girar el plato dorado sobre la punta de sus dedos, lo lanzaban al aire y lo recogían sin que dejase de girar. Como mi cabeza.
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