Mercadillo (¿debería dedicarme al comercio ambulante?)

El sábado por la tarde se celebró la fiesta del edificio en el que vivimos. En el patio se instalaron varios puestos de venta. El típico de bebidas al que se le sumaron uno de macetas, una frutería-verdulería y varios puestos de comida que ofrecían yakitori, yakisoba, salchichas, satsuma age y patas de pollo ahumadas. Los niños tenían a su disposición uno de algodón de azucar y una piscina hinchable rellena de corcho blanco donde tenían que encontrar algún tipo de ficha canjeable por premios.
Pero lo mejor, sin duda, es que en lugar de la "música" veraniega a volumen atronador usual en este tipo de eventos en España, aquí se veía sustituida por música tradicional japonesa de flauta y tambor.
En cuanto a las actuaciones se redujeron a un taller de origami, un cuentacuentos tradicional, una demostración del grupo de Tai-chi (yo incluído) y un sorteo de regalos.
Además se hizo un mercadillo, en el que el vecino que así lo quiso instaló su puesto para vender (muy barato) aquello que ya no quisiera. Abajo tenéis una vista de nuestro puesto. Vendimos bastante bien.
Terminada la fiesta, acudimos todos a casa del señor Nakatsu, compañero de Taichi, que vive en el vigésimo piso y que goza de una vista privilegiada sobre Tokio (yo vivo en la planta calle). Pero además de eso, también era espectacular su colección de música, gran parte de ella en vinilo. Abarcaba desde Bach a The Clash, pasando por Bob Marley, música árabe, china, Beethoven, flamenco...
Un ratillo agradable.



Aunque parezca lo contrario, más allá de los viajes a correos, Shizuka no echa las cartas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el plató

Niebla espesa (más iconoclastia)

Feliz Año del Jabalí 2019