El púgil
Tendrán que creerme, porque para ir al supermercado a por el pan me había dejado la cámara en casa, ayer por la tarde, con tiempo soleado, una ligera brisa y 15 grados a la sombra (de lo más agradable si se va abrigado), apareció por la acera montado en una bicicleta de esas plegables cuyas ruedas tienen el diámetro aproximado de un plato de postre un señor rondando la sesentena, en pantalón corto, camiseta deportiva de tirantes y, como no, gafas de sol.
Se detuvo delante del paso de cebra con la intención de cruzar al otro lado de la avenida, bajó de la bici y, como si, amenazando, le conminara a que se pusiera en verde, se puso a boxear con el semáforo. Al ser un combate tan desigual, se limitaba a marcar el golpe contra el duro cemento, por lo que no hubo sangre.
Cuando se cansó de ese lado, dio la vuelta y comenzó de nuevo por el contrario. Igual estaría más blando... Pero al cambiar el semáforo, abandonó a su oponente, saltó veloz sobre su bicicleta y se perdió por la siguiente esquina, tal vez para castigar a otro poste maligno.
Se detuvo delante del paso de cebra con la intención de cruzar al otro lado de la avenida, bajó de la bici y, como si, amenazando, le conminara a que se pusiera en verde, se puso a boxear con el semáforo. Al ser un combate tan desigual, se limitaba a marcar el golpe contra el duro cemento, por lo que no hubo sangre.
Cuando se cansó de ese lado, dio la vuelta y comenzó de nuevo por el contrario. Igual estaría más blando... Pero al cambiar el semáforo, abandonó a su oponente, saltó veloz sobre su bicicleta y se perdió por la siguiente esquina, tal vez para castigar a otro poste maligno.
Comentarios
Menos mal que vuelves a actualizar el blog, se te a echado mucho de menos durante este periodo de inactividad. Sigue asi con el blog, que me encanta.
Un abrazo
Cuídate, que pronto te quedas sin protección paterna...