Aconejado
Han podido conmigo. En una puerta del Loft (unos grandes almacenes) de Shibuya había un par de conejitas color de rosa -lamentáblemente, más parecidas al conejo de Alicia en el País de las Maravillas que a los de Playboy- jugando a "piedra, papel o tijera" con cualquiera que se atreviese a retarlas. Una de ellas se encargaba de medirse contra los viandantes, mientras la otra canturreaba acompañándose de un tamborcillo. A su lado, dos mozuelos, uno de ellos enmascarado y blandiendo un martillo de plástico, jaleaban y ponían la nota de color al conjunto.
Llegado mi turno, ambos hemos escogido empezar con tijeras, lo que nos ha llevado a la repetición, donde, hábilmente, también hemos coincidido en papel. Manteniéndose allí con sabiduría, la conejita ha dejado que me fuera a piedra y firmase mi derrota.
El triunfo era festejado con la entrega de una misteriosa bolsa de Loft. Aún así, he tenido premio de consolación, consistente en un superganchito de maíz con sabor a takoyaki, una especie de buñuelo de pulpo. Y es que, como dice el refrán, "A falta de conejo, buenos son pulpos".
Llegado mi turno, ambos hemos escogido empezar con tijeras, lo que nos ha llevado a la repetición, donde, hábilmente, también hemos coincidido en papel. Manteniéndose allí con sabiduría, la conejita ha dejado que me fuera a piedra y firmase mi derrota.
El triunfo era festejado con la entrega de una misteriosa bolsa de Loft. Aún así, he tenido premio de consolación, consistente en un superganchito de maíz con sabor a takoyaki, una especie de buñuelo de pulpo. Y es que, como dice el refrán, "A falta de conejo, buenos son pulpos".
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