Amarillo es
Esta mañana, he asistido a un concierto gratuito de canto que se ha celebrado en un centro cívico cerca de mi casa. El repertorio estaba compuesto por canciones españolas (y sudamericanas), y a la entrada me han preguntado (en inglés, claro está, arg) que si venía de la embajada. En un tiento he estado de decir que era el embajador.
No es mi intención entrar a valorar los méritos o deméritos de los ejecutantes (huelga decir que eran japoneses), pero hay algo, muy propio del carácter nipón, que me ha soliviantado. En varias canciones (y me vienen a la mente títulos como "Amapola", "Reloj no marques las horas" o, incluso, "El cant dells ocells", imagínense), la soprano alternaba una estrofa en español con otra traducida al japonés. Comprenderán que, en pleno siglo XXI, me horrorice este tipo de terrorismo musical; y recordaba cuando, en aquellos tiempos, cantaban "Los bitels" en España eso de "Amarillo, el submarino es, amarillo es, amarillo es".
Es que si no, a los japoneses, no les gusta.
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