Irse a Sevilla (en tren) sin problemas

Todos ustedes saben de sobra que las diferentes modalidades de ferrocarriles que hay en Tokyo son conocidas por la cantidad de gente que se sube a ellos (sobre todo a según qué horas). Así pues, conseguir un asiento libre no es cosa fácil. Tanto que, a algunos cansados y desaprensivos viajeros les cuesta cederlo incluso a ancianos o embarazadas (a extranjeros sonrientes no digamos).

Sin embargo, en todas partes el vivo ingenio crea respuestas nuevas a problemas antiguos. Como este caballero, que decidió no ya llevarse la sillita plegable de ir al campo, que, a fin de cuentas, no tiene respaldo y es muy inestable; optó por la del despacho, mullida, firme y fácil de transportar gracias a sus oportunas ruedas. Por supuesto, en hora punta, es imposible meterse con tamaño mamotreto entre el conjunto de cuerpos apretujados que inunda los vagones, pero si es de esos que suelen llegar tarde y no les importa dedicarse en cuerpo y alma a la empresa echando horas extras, se merece volver a casa confortablemente sentado. Eso sí, no olvide ceder (nunca medor dicho) su asiento, cuenta doble.

Les aseguro que en el tren viajaba sentado, aunque las circunstancias no eran las más apropiadas para el noble arte de la fotografía. Les pido un (otro) acto de fe.

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