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Bellas durmientes

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No se lleven a engaño, no son dos jevis haciendo headbanging, sino que aquí tienen otro artículo sobre japoneses durmiendo en el tren que tanto nos gustan a Héctor y a mí. Esta vez fue en la línea Sôbu. Esta vez pueden ver la progresión de la chica de la izquierda, llamémosla Sadako, hacia el , nunca mejor dicho, sueño "profundo". Y vean cuánto: tomando la barra como eje de ordenadas comprueben que llega a los 90º de inclinación. Encuentro particularmente difícil dormir sentado. Debe de ser eso de "al compás del chacachá del tren qué gusto da viajar" que cantaba El consorcio. Sin embargo, éstas no enseñaban la ropa interior, a diferencia del soñador de hace unos días en la línea Yamanote.

Como un bendito

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Esta es la estampa que me he encontrado hoy al subir a la línea Yamanote en la estación de Shibuya. Un "vagón" dentro de otro, cual esperpéntica matriuska. Y es que no sólo se desparrama, sino que le hace flaco favor a su marca de ropa interior (y fíjense en la bolsa, que es donde lleva la realmente sucia). De todas maneras, casi era más interesante ver las caras de los japoneses, que pasaban de la sorpresa al gesto de asco, pero todo contenido, medio disimulando y escabulléndose sin que se notara mucho. La foto no es muy buena, no me atreví a más, no fuera a ser que tuviera el sueño ligero y un mal despertar (que es algo bastante frecuente). Sin embargo, en algo sí coincidimos ambos dos: Morfeo es el hombre de nuestros sueños.

Irse a Sevilla (en tren) sin problemas

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Todos ustedes saben de sobra que las diferentes modalidades de ferrocarriles que hay en Tokyo son conocidas por la cantidad de gente que se sube a ellos (sobre todo a según qué horas). Así pues, conseguir un asiento libre no es cosa fácil. Tanto que, a algunos cansados y desaprensivos viajeros les cuesta cederlo incluso a ancianos o embarazadas (a extranjeros sonrientes no digamos). Sin embargo, en todas partes el vivo ingenio crea respuestas nuevas a problemas antiguos. Como este caballero, que decidió no ya llevarse la sillita plegable de ir al campo, que, a fin de cuentas, no tiene respaldo y es muy inestable; optó por la del despacho, mullida, firme y fácil de transportar gracias a sus oportunas ruedas. Por supuesto, en hora punta, es imposible meterse con tamaño mamotreto entre el conjunto de cuerpos apretujados que inunda los vagones, pero si es de esos que suelen llegar tarde y no les importa dedicarse en cuerpo y alma a la empresa echando horas extras, se merece volver a casa c...

Concierto punk

Ayer tuve mi primera experiencia en los ferrocarriles (terráneos y subterráneos) en hora punta y, como casi todo aquí, es alucinante. No llegué a vislumbrar empujadores (personal que se dedica a empujar al personal para que quepa en el tren) pero la cosa estaba bastante concurrida. Los zaragozanos me entenderán si digo que es como cojer el autobús en fiestas de El Pilar. La idea de que los japoneses son personas educadas y respetuosas uno la pierde totalmente en ese momento. Cuando el tren llega a la estación y bajan los pasajeros correspondientes (y los no correspondientes para que dejar bajar a los del fondo) empieza la diversión. Los japoneses entran con el más puro instinto animal, igual que las estampidas de búfalos de las películas del oeste, hasta el fondo caiga quien caiga, a empujón limpio (o sucio) con el codo por delante. Y eso sólo es el principio, ahora te queda un largo viaje bien acompañado. Si has tenido suerte te estarás apretujado entre bellas señoritas y aquello pued...