Sexo y chocolate (yo me remendaba rin rin)

Hoy, como cada 14 de febrero, se repite la tradición (inventada, como casi todas las tradiciones, por una compañía, chocolatera en este caso, hace aproximadamente medio siglo) de regalar chocolate en dos modalidades, ambas a cuenta de las bellas mujeres niponas.

La primera es el Majichoko (chocolate verdadero; antes, Honmeichoko: chocolate de la verdadera vida) y se regala a los hombres por los que sienten interés. El segundo, el Kanshachoko (chocolate de agradecimiento; hasta hace poco, Girichoko: chocolate de obligación) se regala a los superiores o a las personas que te ayudan desde arriba, como signo de respeto y agradecimiento, no es para seducir al jefe.

En occidente se habla de el día de los enamorados, pero, como todo el mundo sabe, el chocolate es un sustituto del sexo (los solitarios con alto estanding laboral pueden cantar lo de "yo me remendaba, yo me remendé"). Tal vez es por eso que aquí le quitan el San y la celebración se conoce a la inglesa, "Balentain", Valentin (no confundan San Valentín con Valentín-san). Estarán conmigo en que es una verdadera lástima que la costumbre se centre en el sustituto.

A servidor le han regalado Kanshachoko tres alumnas (uno de ellos hacho a mano) y Majichoko su mujer. Y aunque lo primero es clara señal de que no debo de enseñar tan mal, lo segundo hace sospechar que tal vez sea (todavía) menos guapo de lo que pensaba. No ha sido un éxito extensivo, pero sí intensivo. Vamos, que se agradece de corazón (de chocolate).

En la foto pueden contemplar la imagen de los paquetitos sin abrir. El rojo es el de Shizuka.




















Aquí los tienen abiertos: galletitas de arroz con una almendra y chocolate, bombones, chocolate fresco (con un 80% de cacao, me aseguran que el cacao adelgaza) y el chocolate elaborado en casa con arroz tostado e inflado.















Todo riquísimo.

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