¡Naranjas!

Los primeros 6 meses de un español en Tokio se caracterizan básicamente por dos cosas: levantarse por las mañanas y no poder reprimir el pensamiento de "¡Que estoy en Japón!" y en subir al tren y preguntar "¿Por qué dicen naranja?". Las dos cosas las cura el paso del tiempo.

No se trata de propaganda de los mejores productos del lugar como en el autobús (tendría que haber buenas naranjas por todo Japón), ni de una campaña gubernamental para vitaminar a los pequeños nipones en edad escolar. Antes de llegar a cada estación, la megafonía del vagón anuncia por qué lado del vagón se van a abrir las puertas, y no hay español que, al principio, no entienda "orenyi" (orange, naranja) cuando dicen "o deguchi" (salida). Por lo menos, abre el apetito.

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