A las ricas habas cocidas
Las relaciones personales en Japón son un tema de estudio apasionante. A mí me vuelven loco (en el sentido clínico de la palabra). Poco a poco, viviendo y preguntando, me voy dando cuenta de más cosas y este país vuelve a descolocarme. Mientras que en España decimos eso de "las penas compartidas se dividen por dos", aquí, en una extraña operación matemática, afirman que "se multiplican".
Hay de todo, como en botica, pero gran parte de tus amigos japoneses nunca te contará sus problemas. Jamás. De hecho, muchos prefieren hablar con un desconocido, sea el panadero de otro barrio, un taxista o la adivina del centro comercial. También se dan casos en España, pero aquí, de ser la excepción, pasa a ser la regla. Y ver cómo tus amistades marcan las distancias diciendo "No, si estoy bien" es bastante amargo. No se crean que la situación inversa es mucho mejor. Aunque prefieren escuchar, no lo hacen de muy buena gana. No se trata de que se sea más (ustedes) o menos hábil (yo) en las relaciones personales, sino que es una tendencia social. Afortunadamente, en Japón conozco gente de los dos grupos, también del bueno. Habría que darles un premio.
No muy lejos de lo que les he contado, pueden observar a los turistas japoneses (seguro que hay alguno) cerca de su casa. A veces es por miedo a confundirse con un chino o un coreano, pero en muy contadas ocasiones saludarán a otros compatriotas desconocidos, aunque sean las dos únicas personas en un pequeño pueblo de los Alpes. Incluso hay quien viaja al extranjero para no tener que relacionarse con japoneses. El caso de los españoles suele ser bastante distinto. Seguro que ustedes conocen miles de historias al respecto. Sin embargo, ell sábado pasado, cuando nos regalamos un paseo bajo los cerezos del parque de Yoyogi donde mucha gente estaba haciendo hanami (literalmente, ver las flores, en realidad hacer un picnic donde la cantidad de líquido sobrepasa a la del alimento sólido), de repente, oí hablar español a un grupo de jovenes turistas. Su contestación a mi pregunta de "¿Sois españoles?" fue "Sí. ...¿Por?".
Me dieron muchas ganas de haberme comportado a la japonesa.
Hay de todo, como en botica, pero gran parte de tus amigos japoneses nunca te contará sus problemas. Jamás. De hecho, muchos prefieren hablar con un desconocido, sea el panadero de otro barrio, un taxista o la adivina del centro comercial. También se dan casos en España, pero aquí, de ser la excepción, pasa a ser la regla. Y ver cómo tus amistades marcan las distancias diciendo "No, si estoy bien" es bastante amargo. No se crean que la situación inversa es mucho mejor. Aunque prefieren escuchar, no lo hacen de muy buena gana. No se trata de que se sea más (ustedes) o menos hábil (yo) en las relaciones personales, sino que es una tendencia social. Afortunadamente, en Japón conozco gente de los dos grupos, también del bueno. Habría que darles un premio.
No muy lejos de lo que les he contado, pueden observar a los turistas japoneses (seguro que hay alguno) cerca de su casa. A veces es por miedo a confundirse con un chino o un coreano, pero en muy contadas ocasiones saludarán a otros compatriotas desconocidos, aunque sean las dos únicas personas en un pequeño pueblo de los Alpes. Incluso hay quien viaja al extranjero para no tener que relacionarse con japoneses. El caso de los españoles suele ser bastante distinto. Seguro que ustedes conocen miles de historias al respecto. Sin embargo, ell sábado pasado, cuando nos regalamos un paseo bajo los cerezos del parque de Yoyogi donde mucha gente estaba haciendo hanami (literalmente, ver las flores, en realidad hacer un picnic donde la cantidad de líquido sobrepasa a la del alimento sólido), de repente, oí hablar español a un grupo de jovenes turistas. Su contestación a mi pregunta de "¿Sois españoles?" fue "Sí. ...¿Por?".
Me dieron muchas ganas de haberme comportado a la japonesa.
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